
La trucha, emblema de la acuicultura en el Perú, representa una alternativa estratégica para la diversificación productiva y el desarrollo de las zonas altoandinas. En el 2024, las exportaciones peruanas de trucha alcanzaron los US$ 32,8 millones, con una producción concentrada en regiones como Puno, Pasco, Junín y Huancavelica. Este desempeño refleja el rol creciente del cultivo acuícola en la economía rural, generando más de 17 000 empleos directos y 40 000 indirectos en las regiones, conforme a los datos reportados por el Ministerio de la Producción (Produce).
El mercado internacional mantiene una demanda sostenida, liderada por destinos como Estados Unidos, Japón y Canadá. La preferencia por las proteínas saludables, junto con la búsqueda de productos de acuicultura sostenible, impulsa nuevas oportunidades para el sector. Sin embargo, la producción nacional enfrentó retos climáticos en el 2023, con una caída del 41 % en las cosechas debido a eventos como El Niño Costero, lo que evidencia la necesidad de fortalecer la resiliencia productiva.

La competitividad de la trucha peruana depende de mejoras en la infraestructura, la adopción de certificaciones internacionales como la ASC (Aquaculture Stewardship Council) y del fortalecimiento de la cadena de valor. Los proyectos de modernización de centros acuícolas y desembarcaderos en el sur del país apuntan a optimizar la calidad sanitaria y logística de exportación, clave para consolidar la reputación del producto en mercados premium.
Para capitalizar su potencial, el sector debe apostar por la innovación tecnológica, la diversificación de presentaciones (filetes congelados, ahumados, y productos listos para consumo) y por la apertura hacia nuevos nichos de mercado en Europa y Asia. Con una estrategia enfocada en la calidad, sostenibilidad e internacionalización, la trucha peruana tiene el potencial para posicionarse como un símbolo de desarrollo inclusivo y competitividad global.
(lacamara.pe)