En un escenario laboral tan dinámico como el actual, donde la competencia por el talento es feroz y las empresas se esfuerzan por destacar en un mar de competidores, es esencial que adoptemos una mirada crítica y reflexiva sobre los criterios que utilizamos para seleccionar al personal que formará parte de nuestras organizaciones.
Uno de los aspectos más destacados en este sentido es la importancia de la experiencia y las habilidades técnicas. Si bien es cierto que contar con candidatos con un sólido historial profesional puede aportar un valor indudable a la empresa, ¿no deberíamos también considerar la capacidad de aprendizaje y adaptación como un activo igualmente relevante? Es hora de cuestionarnos si estamos pasando por alto a individuos con un potencial tremendo simplemente porque no cumplen con un conjunto predefinido de habilidades técnicas.
Asimismo, la adaptabilidad y las habilidades blandas, como la capacidad de trabajo en equipo y la resolución de problemas, han cobrado una relevancia sin precedentes en el mundo laboral actual. ¿No sería más acertado valorar estas cualidades igualmente, si no más, que la experiencia previa en determinadas tareas? Es hora de reconocer que la capacidad de colaborar efectivamente en entornos diversos y cambiantes es un activo invaluable para cualquier organización.
Y qué decir de la importancia de la cultura y los valores de la empresa. Más allá de las habilidades técnicas y la experiencia, ¿no deberíamos dar prioridad a aquellos candidatos cuyos valores personales estén alineados con los de la organización? Es hora de entender que la integridad, el compromiso y la ética laboral son pilares fundamentales sobre los cuales se construyen empresas sólidas y sostenibles a largo plazo.
Por último, hablemos del potencial de crecimiento y aprendizaje. En un mundo que cambia a un ritmo vertiginoso, ¿no deberíamos valorar más la capacidad de adaptación y el deseo de aprender que el conocimiento técnico estático? Es hora de reconocer que el aprendizaje continuo, como capacitaciones y la disposición para asumir nuevos desafíos son rasgos que nos permitirán prosperar en un entorno empresarial cada vez más complejo y competitivo.
En definitiva, es momento de replantearnos los criterios que utilizamos para seleccionar al personal en nuestras empresas. Adoptar una perspectiva más holística y centrada en el potencial de los individuos, más que en sus habilidades técnicas y experiencia pasada, nos permitirá construir equipos más diversos, colaborativos y resilientes, capaces de afrontar los desafíos del mañana con éxito.
(infocapitalhumano.pe)